GRIPE
Llegué arrastrándome a mi computadora. Iba a escribir lo que me había sucedido antes de llegar a ella; un relato urbano acerca de estar con gripe y salir a la tienda. No tenía dos segundos frente a la pantalla cuando alguien llegó y me dijo: Necesitamos tu máquina. Hemos descubierto que tu computadora es un terminal secreto con el cual podemos controlar a todas las impresoras del mundo por lo que es imperativo que evac… antes que terminara de decirme nada yo ya me había ido.
Me senté en el suelo y me quedé mirando mi zapatilla.
-tu pasador
-¿ah?
-tu pasador está desamarrado.
-ah.
Las chicas de yuppielandia no entienden el rocknroll. No saben que cuando estoy enfermo lo último que me importa es amarrarme los zapatos. Por lo general odio ir a yuppielandia, aunque conozco mucha gente que le gustaría trabajar ahí y a otras tantas que presumen de ello. A mí me parece que es un lugar muy triste. Yo trabajo a una cuadra de ahí, sólo voy porque tienen una tienda donde venden sushi los lunes y unos alfajores gigantes que son espectaculares. Además que no hay ninguna tienda cerca.
Para entrar esquivo dos autos que salen. Lucen muy rápidos, con asientos de cuero, muy efe-eme. El guachimán me mira con cara de “tú no perteneces aquí” pero lo ignoro. Me introduzco en yuppielandia mientras camino bajo el sol. Siempre hay sol en yuppielandia y los ejecutivos salen de sus oficinas plateadas con sus lentes de surf y sus ternos a rayas, fumando cigarros mentolados. Me miro en el reflejo de uno de los edificios. Soy un intruso.
Van a hacer un nuevo edificio en yuppielandia y han cerrado el camino hacia la tienda. Han puesto vallas de madera cuidadosamente arregladas para no perturbar la estética del centro empresarial. Ahora hay que caminar como 20 metros más, bajar por unas escaleras y caminar de nuevo esos 20 metros para poder llegar a la tienda y comprar algo.
Eso o a menos
Q
U
E
S
A
L
T
E
No debí hacerlo. Ahora todos los individuos que hacen su coffee-break en la tienda me miran escrutándome. Entro a la tienda y me dirijo hacia una de las congeladoras. Cojo una cocacola, hace mucho calor. Sin embargo tengo puesta una casaca que pesa como 8 kilos, una bufanda roja que me cubre la mitad del rostro, mis lentes rocknroll y mis pasadores desamarrados. Mi novia me dijo ayer que parecía un elvis decadente, gordo y adicto. Me sentí genial. Estoy seguro que jamás veré a un yuppie con unos lentes como los míos. Le pido prestado a uno su encendedor. Lo hago sólo por joder, yo no fumo tu mierda mentolada, mira mis cigarrillos gore. Gracias estúpidou. Me largo.
Todo hubiera salido bien hasta que me doy cuenta que no puedo saltar los 200 metros hacia arriba y regresar por donde vine. Maldita gripe, ahora tengo que caminar como todos. Al irme me viene un estornudo y siento que los pernos que sujetan mi cerebro a su base craneana se aflojan cada vez más. Para disimular el dolor destapo mi cocacolo y le doy un sorbo. Le doy una calada a mi cigarrillo. Es como esos días soleados de la universidad, caminando tranquilamente con mi cocacola colgando de mis dedos y mi cigarrillo sin manos, despreciándolos a todos. Desde el fondo de mi bolsillo lleno de papeles higiénicos con mocos suena mi celular. Me despierta. Hay alguien en mi computadora. Estoy sentado en el suelo mirando mi zapatilla mugre. No había escrito ni mierda.
Me senté en el suelo y me quedé mirando mi zapatilla.
-tu pasador
-¿ah?
-tu pasador está desamarrado.
-ah.
Las chicas de yuppielandia no entienden el rocknroll. No saben que cuando estoy enfermo lo último que me importa es amarrarme los zapatos. Por lo general odio ir a yuppielandia, aunque conozco mucha gente que le gustaría trabajar ahí y a otras tantas que presumen de ello. A mí me parece que es un lugar muy triste. Yo trabajo a una cuadra de ahí, sólo voy porque tienen una tienda donde venden sushi los lunes y unos alfajores gigantes que son espectaculares. Además que no hay ninguna tienda cerca.
Para entrar esquivo dos autos que salen. Lucen muy rápidos, con asientos de cuero, muy efe-eme. El guachimán me mira con cara de “tú no perteneces aquí” pero lo ignoro. Me introduzco en yuppielandia mientras camino bajo el sol. Siempre hay sol en yuppielandia y los ejecutivos salen de sus oficinas plateadas con sus lentes de surf y sus ternos a rayas, fumando cigarros mentolados. Me miro en el reflejo de uno de los edificios. Soy un intruso.
Van a hacer un nuevo edificio en yuppielandia y han cerrado el camino hacia la tienda. Han puesto vallas de madera cuidadosamente arregladas para no perturbar la estética del centro empresarial. Ahora hay que caminar como 20 metros más, bajar por unas escaleras y caminar de nuevo esos 20 metros para poder llegar a la tienda y comprar algo.
Eso o a menos
Q
U
E
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No debí hacerlo. Ahora todos los individuos que hacen su coffee-break en la tienda me miran escrutándome. Entro a la tienda y me dirijo hacia una de las congeladoras. Cojo una cocacola, hace mucho calor. Sin embargo tengo puesta una casaca que pesa como 8 kilos, una bufanda roja que me cubre la mitad del rostro, mis lentes rocknroll y mis pasadores desamarrados. Mi novia me dijo ayer que parecía un elvis decadente, gordo y adicto. Me sentí genial. Estoy seguro que jamás veré a un yuppie con unos lentes como los míos. Le pido prestado a uno su encendedor. Lo hago sólo por joder, yo no fumo tu mierda mentolada, mira mis cigarrillos gore. Gracias estúpidou. Me largo.
Todo hubiera salido bien hasta que me doy cuenta que no puedo saltar los 200 metros hacia arriba y regresar por donde vine. Maldita gripe, ahora tengo que caminar como todos. Al irme me viene un estornudo y siento que los pernos que sujetan mi cerebro a su base craneana se aflojan cada vez más. Para disimular el dolor destapo mi cocacolo y le doy un sorbo. Le doy una calada a mi cigarrillo. Es como esos días soleados de la universidad, caminando tranquilamente con mi cocacola colgando de mis dedos y mi cigarrillo sin manos, despreciándolos a todos. Desde el fondo de mi bolsillo lleno de papeles higiénicos con mocos suena mi celular. Me despierta. Hay alguien en mi computadora. Estoy sentado en el suelo mirando mi zapatilla mugre. No había escrito ni mierda.
9 Comments:
E: noviA, puse noviA. además no hiciste mayor esfuerzo en descalificar mis agregados eh? por otro lado, fue todo un cumplido para mí.
Sir Faxx: luego de la profundidad del comentario anterior, me veo desarmado para opinar cualquiero cosa...
Solo que su post es tan verde como la verditud del hombre moco...
Y que "no te dejan salir"...
Por qué no las ahogastes con los pasadores?
Pero si el verde es vida!, verde planta! la planta da oxígeno luego de purifucar nuestro mugroso aire espeso y casi visible!...
...Disculpen, no dormí bien (y creo que estoy dormido... o despierto... ah?...
.
Desconfío de alguien que no ata sus zapatillas pero se suena los mocos.mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm???????????????????????????????????
Saludos de mente!!
En yupilandia el imaginario son los mundos de Yupi(una serie infantil muy tonta que echaban hacen años por aqui), todo brillante y olor a nuevo, como muñequitos negándose a salir del corro
Afortunadamente existen soldaditos de plomo que suenan sus mocos
Maldito de todos, lector hipocrita, mi putrido hermano... estoy a dos horas de tomar el tren de regreso de Paris, no te digo que tengo para ti para no escandalizar a la concurrencia.
Prepara colmillos...
See you Lestat...
hola monstruos deformes:
reaño: ¿como se supone que las ahogaba con los pasadores? ¿se los hacía sorber demasiado rápido?
cadete: creo que necesita dormir... eternamente.
biosofia: desconfíe. yo tampoco confío en algo que sangra cada 28 días y no muere. saludos!
marga: gracias por su comentario srta marga. yo prefiero ser un soldadito de plástico... o de moco.
Un salto.
Pensé en su salto.
Vi su salto.
No se le veía pútrido, Sir, se le veía lozano atravesando las vallas y llegando a una yuppilandia espantosamente aburrida.
Y al final los alfajores...
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