L´Enfant (no es elefante)
Hace un par de días vi esta película. La compré por puro prejuicio. Ganadora de la palma de oro en cannes el año pasado. De ahí no sabía más.
Esperaba ver una película súper bien filmada, con una fotografía y/o dirección de arte que denote un trabajo preconcebido, que tenga encuadres excelentes, una edición espectacular y por lo menos un guión impecable.
No había nada de eso.
Me encontré con un filme de corte realista, demasiado diría yo. No es que eso me disguste en un filme y no me sorprende tampoco en un ganador de cannes. Siempre aparece algún “geniecillo” de festival con este tipo filmes “duros” y “reales” valga la redundancia. Y digamos que cumple su objetivo, la película empieza a sacudirte los nervios con el llanto desquiciante de un bebé y una cámara en mano nerviosa que te transporta de inmediato a la acción. Tanto que te quieres ir.
Lo que ocurre con este tipo de propuesta es que en su pretensión de realismo este es llevado también al manejo del tiempo y del ritmo. Las acciones se dilatan y los sucesos son tan naturales que nos sentimos de pronto rodeados por la escena. Eso último es lo interesante.
Vemos a los personajes comportarse de manera completamente natural en sus actos más simples. La narración parece no estar planificada. Como cuando vemos a la protagonista cruzando una autopista con el bebé en brazos apretándolo contra sí y es evidente que esta escena no fue preparada o el hombre que en su intento de reparar de manera improvisada el coche del bebé, utiliza como herramienta lo primero que tiene a la mano: una piedra del suelo para un accionar torpe y circunstancial. Cosas como esas ocurren aquí y en todos lados.
Los personajes son simples, no tienen pasado. Viven su día a día y se las ingenian como pueden. No existe ningún indicio en el filme que nos revele su condición moral previa. Es imposible juzgarlos, son simples sobrevivientes de algún pueblo miserable de Bélgica.
La trama es también bastante simple. No ocurre nada. O sí ocurre, el protagonista vende a su hijo recién nacido y la única explicación que le da a su novia es “podemos hacer otro”. Sí es gran cosa. Pero el tratamiento es tan naturalista que la acción pierde interés. Es más, confieso que en esa parte que se supone es la más importante del argumento hasta cabeceé un poco. Del mismo modo, vemos persecuciones en auto vs motocicleta sin ningún chirrido de frenadas ni explosiones holliwoodenses, y esta se prolonga de tal manera que puedes ir al baño y regresar y no te habéis perdido de mucho. Cuestión de ritmo en la edición, excesivo naturalismo.
Pero es una gran película.
Porque a pesar que no es una película súper bien filmada, con una fotografía y/o dirección de arte que denote un trabajo preconcebido, que no tenga encuadres excelentes, ni una edición espectacular o por lo menos un guión impecable, es una gran película.
Y mentí. Porque si bien es cierto que no había oído nada de la película si sabía mucho de ella.
Es una película de sensaciones y de encuentros. Encuentros con las pequeñas cosas que suceden. Encuentros con lo trivial y con uno mismo.
No pude evitar sentir un nudo en el estómago al ver la escena de la pareja de protagonistas en el auto y la chica mordiéndole la mano mientras escuchaban la música del magnífico johann strauss. O la parte en que él le rosea su sprite en la cara y la persigue, para terminar revolcándose en un parque mientras ríen y chocan sus cabezas y son felices con sus ropas iguales y mugres.
No pude evitar sentir un nudo en el estómago cuando él le confiesa que ha vendido a su hijo y la chica se desmaya en su delante y él no puede hacer nada para reanimarla y solo ahí en su impotencia se da cuenta de su error. Como no encontrarse con uno mismo cuando lo vemos perdido, tratando de remediar sus errores pero todo empieza a salirle mal. Hasta las pequeñas acciones trabajan en su contra. Es imposible no conmoverse al verlo derrotado, golpeado, hambriento y arrepentido y quebrarse al abrazar las piernas de la mujer que ama y a la que ha fallado.
Somos testigos de la peor recriminación que le pueden hacer a uno por sus actos sin emplear una sola palabra. Preparar una sopa de sobre puede ser tan mortífero como el más álgido discurso. El dolor no sólo se expresa con llantos desgarradores, sus gritos son mudos.
Finalmente el protagonista, este perfecto inmaduro evoluciona. No sabemos si el infante del título se refiere a su hijo que ha vendido o al personaje mismo, pero finalmente este toma conciencia y asume las consecuencias de sus actos. Cuando todo llega al punto en que todo está peor que mal pero aún puede salvar su pellejo y seguir comportándose como un niño egoísta por primera vez decide comportarse como un hombre ¿o como un padre? Y empieza a reconocer sus faltas, se entrega a la policía.
Sólo a través el encuentro con uno mismo las cosas al exterior empiezan a cambiar. Todo vuelve a su sitio. O al sitio donde debieron estar. Al final, el infante-hombre por primera vez puede hacer lo que un hombre tiene que hacer: llorar.
Esperaba ver una película súper bien filmada, con una fotografía y/o dirección de arte que denote un trabajo preconcebido, que tenga encuadres excelentes, una edición espectacular y por lo menos un guión impecable.
No había nada de eso.
Me encontré con un filme de corte realista, demasiado diría yo. No es que eso me disguste en un filme y no me sorprende tampoco en un ganador de cannes. Siempre aparece algún “geniecillo” de festival con este tipo filmes “duros” y “reales” valga la redundancia. Y digamos que cumple su objetivo, la película empieza a sacudirte los nervios con el llanto desquiciante de un bebé y una cámara en mano nerviosa que te transporta de inmediato a la acción. Tanto que te quieres ir.
Lo que ocurre con este tipo de propuesta es que en su pretensión de realismo este es llevado también al manejo del tiempo y del ritmo. Las acciones se dilatan y los sucesos son tan naturales que nos sentimos de pronto rodeados por la escena. Eso último es lo interesante.
Vemos a los personajes comportarse de manera completamente natural en sus actos más simples. La narración parece no estar planificada. Como cuando vemos a la protagonista cruzando una autopista con el bebé en brazos apretándolo contra sí y es evidente que esta escena no fue preparada o el hombre que en su intento de reparar de manera improvisada el coche del bebé, utiliza como herramienta lo primero que tiene a la mano: una piedra del suelo para un accionar torpe y circunstancial. Cosas como esas ocurren aquí y en todos lados.
Los personajes son simples, no tienen pasado. Viven su día a día y se las ingenian como pueden. No existe ningún indicio en el filme que nos revele su condición moral previa. Es imposible juzgarlos, son simples sobrevivientes de algún pueblo miserable de Bélgica.
La trama es también bastante simple. No ocurre nada. O sí ocurre, el protagonista vende a su hijo recién nacido y la única explicación que le da a su novia es “podemos hacer otro”. Sí es gran cosa. Pero el tratamiento es tan naturalista que la acción pierde interés. Es más, confieso que en esa parte que se supone es la más importante del argumento hasta cabeceé un poco. Del mismo modo, vemos persecuciones en auto vs motocicleta sin ningún chirrido de frenadas ni explosiones holliwoodenses, y esta se prolonga de tal manera que puedes ir al baño y regresar y no te habéis perdido de mucho. Cuestión de ritmo en la edición, excesivo naturalismo.
Pero es una gran película.
Porque a pesar que no es una película súper bien filmada, con una fotografía y/o dirección de arte que denote un trabajo preconcebido, que no tenga encuadres excelentes, ni una edición espectacular o por lo menos un guión impecable, es una gran película.
Y mentí. Porque si bien es cierto que no había oído nada de la película si sabía mucho de ella.
Es una película de sensaciones y de encuentros. Encuentros con las pequeñas cosas que suceden. Encuentros con lo trivial y con uno mismo.
No pude evitar sentir un nudo en el estómago al ver la escena de la pareja de protagonistas en el auto y la chica mordiéndole la mano mientras escuchaban la música del magnífico johann strauss. O la parte en que él le rosea su sprite en la cara y la persigue, para terminar revolcándose en un parque mientras ríen y chocan sus cabezas y son felices con sus ropas iguales y mugres.
No pude evitar sentir un nudo en el estómago cuando él le confiesa que ha vendido a su hijo y la chica se desmaya en su delante y él no puede hacer nada para reanimarla y solo ahí en su impotencia se da cuenta de su error. Como no encontrarse con uno mismo cuando lo vemos perdido, tratando de remediar sus errores pero todo empieza a salirle mal. Hasta las pequeñas acciones trabajan en su contra. Es imposible no conmoverse al verlo derrotado, golpeado, hambriento y arrepentido y quebrarse al abrazar las piernas de la mujer que ama y a la que ha fallado.
Somos testigos de la peor recriminación que le pueden hacer a uno por sus actos sin emplear una sola palabra. Preparar una sopa de sobre puede ser tan mortífero como el más álgido discurso. El dolor no sólo se expresa con llantos desgarradores, sus gritos son mudos.
Finalmente el protagonista, este perfecto inmaduro evoluciona. No sabemos si el infante del título se refiere a su hijo que ha vendido o al personaje mismo, pero finalmente este toma conciencia y asume las consecuencias de sus actos. Cuando todo llega al punto en que todo está peor que mal pero aún puede salvar su pellejo y seguir comportándose como un niño egoísta por primera vez decide comportarse como un hombre ¿o como un padre? Y empieza a reconocer sus faltas, se entrega a la policía.
Sólo a través el encuentro con uno mismo las cosas al exterior empiezan a cambiar. Todo vuelve a su sitio. O al sitio donde debieron estar. Al final, el infante-hombre por primera vez puede hacer lo que un hombre tiene que hacer: llorar.
8 Comments:
Pero yo no lloro, lloras tú?
Apunto la película, aunque si no es de elefantes hay pocas posibilidades que la vea...
Eso es equilibrio.
La crítica que acabo de leer supo encontrar el equilibrio tan necesario en el mundo del arte y tan escaso en gral.
Y no es una cuestión nueva, siempre ha existido esa falta de equilibrio que han hecho que un Van Gogh viviera en la miseria mientras los acreditados jueces se ocupaban de los muertos que le aseguraran un acierto.
Cuando una persona duda de su propio criterio debe llegar a puertos seguros para ganarse el consenso de las masas.
El mediocre nunca dice nada con palabras adornadas porque cree que quien escucha es tan corto como él o repite como loro lo que dicen las mayorías.
Usted se ha jugado en la primer mitad de su opinión sin dejar que se le haga justicia a la obra por entrar en un molde que le asegure una posisción, eso es criterio.
Saludos de mente!!
Electrogothik:Estaba diciendo justamente lo contrario, los intelectuales le hacen al arte una autopsia, o séase, lo destripan bien muerto.
El arte es un idioma universal que no puede ser medido, es una custión de sensación y sentimiento.
Por lo poco que he visto en tu blog y es poco a falta de tiempo, creo que sabes a que me refiero.
Saludos!!
Faxx, es cómo se arriesga. Lo que a mí me interesa encontrar es riesgo, no deleite por deleite.
Por lo que cuentas, noto ese riesgo al hacer la película, con resultados alentadores. Disección mental.
Sensación, sentimiento, diferentes no son ni separadas... y bueno, lo que me llama, es precisamente ese aire no racionalista al comentar una película.
Hasta pronto Sir.
La ví y me removió, ajá, por muchas cosas. Tal vez por la cotidianidad de la que hablas, tanta que acaba por situarte y al margen de todo lo que cuentas yo leí otra clave más, esa que campea por nuestra europa,tan salá ella, de "todo se compra y se vende", sin consecuencias (ajá, él las tiene pero tardan en llegar, y no tengo muy claro si en el fondo no forma parte de la misma inconsciencia, no llega por sí mismo, llegar por el dolor de ella). Esa superficialidad consumista que consigue que casi nada tenga importancia, como el mismo protagonista dice... se puede hacer otro! infantilismo llevado a planteamientos adultos...
monstruos del mal, gracias por sus comentarios. tengo sueño.
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