La pantalla lúcida
Ayer mientras leía los blogs de algunas personas que suelo leer no pude evitar acordarme de Roland Barthes. Lo que me gusta de este filósofo es que sus lecturas de la realidad no suelen estar cargadas del rigor academicista que a algunos torpes les encanta. Lo malo es que a veces cae en la trampa de volverse un crítico probablemente demasiado subjetivo.
Pero eso no importa, lo que recordé de él fueron mis lecturas de “La cámara lúcida” uno de mis primeros textos universitarios de facultad. En uno de los capítulos habla de la fotografía no sólo como una mera representación coherente de la realidad sino como lo real (¡tamaña afirmación!).
Era bravazo, porque explicaba como -en un principio- la fotografía funciona como mímesis de lo real en el momento que esta es elaborada por el fotógrafo. Ya que si bien la fotografía puede darnos una imagen mucho más clara del mundo que la que nos da una pintura o un dibujo; es el fotógrafo quien la construye al elegir los encuadres, el enfoque, la óptica empleada, el decorado, la iluminación, el tipo de revelado, etc. y de alguna manera sólo vemos lo que este quiere mostrarnos.
Pero hay dos cosas que escapan de la mano del fotógrafo. La primera es bastante obvia, la lectura del espectador. Si bien el fotógrafo puede dirigir la lectura con la aplicación de su técnica, esta siempre será imprevisible y variará según quien la mire.
La segunda cosa que escapa del fotógrafo es menos obvia y es para mí la más interesante. La intención comunicativa del fotografiado.
En efecto, el fotografiado también pone algo de su parte que no siempre está en manos del fotógrafo controlar. En el libro, Barthes ejemplifica con la serie de fotografías que le realizó a su padre poco antes de su muerte. El autor notaba que en esas imágenes de su padre había “algo” que escapaba de su manejo técnico controlado. Algo que definitivamente ponía el fotografiado, lo que este quería proyectar en su imagen de la fotografía.
No hay que leer un libro para darse cuenta de esto. Cuando nos toman fotos cada uno de nosotros hace lo propio, algunos se ponen en lo que consideran su mejor ángulo u otros miran hacia otro lado sin mirar a la cámara. Todos queremos proyectar una imagen a través de la imagen.
Claro que por lo general a casi nadie le gusta el resultado de las fotografías donde uno sale y termina diciendo “en esa salgo horrible” casi al mismo tiempo en que otro dice “oye saliste igualito” y es que en ese momento confluyen las otras dos intenciones, la que puso el fotógrafo y la del que observa la fotografía.
Es así como la fotografía se vuelve “lo real”, mediante esta simbiosis de intencionalidades. Claro que hay muchos otros factores que influyen en el resultado percibible de la imagen y que muchas veces escapan de la intencionalidad de los implicados, pero junto con esta serie de contingencias es como se construye lo real.
Me acordé de todo este rollo cuando leía los blogs porque lo asocié a lo que este medio de comunicación es y representa.
Claro que al hacer el paralelo se podría decir que fotógrafo y fotografiado son casi los mismos personajes. Al menos en los blogs personales así funciona. Quien construye el blog no solamente construye una imagen de sí mismo a través de lo que escribe, sino como lo hace y hasta en que tipo de plantilla escogió para su blog, como la personalizó y hasta en las fotos que le pega a sus post.
Las lecturas también cambian. A diferencia de las fotografías, el creador del blog puede editar su texto una vez ya publicado y hasta modificarlo para cambiar incluso su intencionalidad inicial o hacerla más clara para sus lectores según el mecanismo de retroalimentación establecido.
Pensar esto es bastante elemental y no es ningún descubrimiento. Tampoco lo es decir que más allá de la intención comunicativa que tuvo el creador del blog y de la foto de sí mismo que puso en su perfil o de lo que puso sobre él en este, está bastante fuera de su control las lecturas que se tendrán de su imagen de lo real.
Es cierto que algunos dicen que postean porque quieren poner lo que se les viene en gana (como yo) o sin muchas pretensiones, o para que sea leído sólo por sus amigos y prefiguran cierto rasgo de autenticidad a lo que escriben, pero eso es el equivalente a decir en esa foto salgo horrible cuando es evidente que al utilizar este medio de publicación hay de por sí una intención comunicativa implícita que conciente e inconciente busca ser aceptada.
Toda esta explicación puede resultar bastante obvia. Es obvio que quien escribe en un blog lo hace por algo y que además el lector tendrá su propia interpretación de lo que lea de acuerdo a sus propios condicionantes y a otras variables que escapan del emisor y del receptor. A eso no quiero llegar, así estas cien mil líneas me las haya pasado hablando de lo mismo.
A lo que quiero llegar es a lo real. Cuando posteas algo que piensas que es (o te hace) chévere o cuando te describes a ti mismo en tu perfil. No tienes el control, no creas que la gente que te lee ve lo mismo que crees proyectar. Quien te lee también te determina a ti.
Lo peor de todo es que eso es lo real y lo más probable es que salgas horrible.
Pero eso no importa, lo que recordé de él fueron mis lecturas de “La cámara lúcida” uno de mis primeros textos universitarios de facultad. En uno de los capítulos habla de la fotografía no sólo como una mera representación coherente de la realidad sino como lo real (¡tamaña afirmación!).
Era bravazo, porque explicaba como -en un principio- la fotografía funciona como mímesis de lo real en el momento que esta es elaborada por el fotógrafo. Ya que si bien la fotografía puede darnos una imagen mucho más clara del mundo que la que nos da una pintura o un dibujo; es el fotógrafo quien la construye al elegir los encuadres, el enfoque, la óptica empleada, el decorado, la iluminación, el tipo de revelado, etc. y de alguna manera sólo vemos lo que este quiere mostrarnos.
Pero hay dos cosas que escapan de la mano del fotógrafo. La primera es bastante obvia, la lectura del espectador. Si bien el fotógrafo puede dirigir la lectura con la aplicación de su técnica, esta siempre será imprevisible y variará según quien la mire.
La segunda cosa que escapa del fotógrafo es menos obvia y es para mí la más interesante. La intención comunicativa del fotografiado.
En efecto, el fotografiado también pone algo de su parte que no siempre está en manos del fotógrafo controlar. En el libro, Barthes ejemplifica con la serie de fotografías que le realizó a su padre poco antes de su muerte. El autor notaba que en esas imágenes de su padre había “algo” que escapaba de su manejo técnico controlado. Algo que definitivamente ponía el fotografiado, lo que este quería proyectar en su imagen de la fotografía.
No hay que leer un libro para darse cuenta de esto. Cuando nos toman fotos cada uno de nosotros hace lo propio, algunos se ponen en lo que consideran su mejor ángulo u otros miran hacia otro lado sin mirar a la cámara. Todos queremos proyectar una imagen a través de la imagen.
Claro que por lo general a casi nadie le gusta el resultado de las fotografías donde uno sale y termina diciendo “en esa salgo horrible” casi al mismo tiempo en que otro dice “oye saliste igualito” y es que en ese momento confluyen las otras dos intenciones, la que puso el fotógrafo y la del que observa la fotografía.
Es así como la fotografía se vuelve “lo real”, mediante esta simbiosis de intencionalidades. Claro que hay muchos otros factores que influyen en el resultado percibible de la imagen y que muchas veces escapan de la intencionalidad de los implicados, pero junto con esta serie de contingencias es como se construye lo real.
Me acordé de todo este rollo cuando leía los blogs porque lo asocié a lo que este medio de comunicación es y representa.
Claro que al hacer el paralelo se podría decir que fotógrafo y fotografiado son casi los mismos personajes. Al menos en los blogs personales así funciona. Quien construye el blog no solamente construye una imagen de sí mismo a través de lo que escribe, sino como lo hace y hasta en que tipo de plantilla escogió para su blog, como la personalizó y hasta en las fotos que le pega a sus post.
Las lecturas también cambian. A diferencia de las fotografías, el creador del blog puede editar su texto una vez ya publicado y hasta modificarlo para cambiar incluso su intencionalidad inicial o hacerla más clara para sus lectores según el mecanismo de retroalimentación establecido.
Pensar esto es bastante elemental y no es ningún descubrimiento. Tampoco lo es decir que más allá de la intención comunicativa que tuvo el creador del blog y de la foto de sí mismo que puso en su perfil o de lo que puso sobre él en este, está bastante fuera de su control las lecturas que se tendrán de su imagen de lo real.
Es cierto que algunos dicen que postean porque quieren poner lo que se les viene en gana (como yo) o sin muchas pretensiones, o para que sea leído sólo por sus amigos y prefiguran cierto rasgo de autenticidad a lo que escriben, pero eso es el equivalente a decir en esa foto salgo horrible cuando es evidente que al utilizar este medio de publicación hay de por sí una intención comunicativa implícita que conciente e inconciente busca ser aceptada.
Toda esta explicación puede resultar bastante obvia. Es obvio que quien escribe en un blog lo hace por algo y que además el lector tendrá su propia interpretación de lo que lea de acuerdo a sus propios condicionantes y a otras variables que escapan del emisor y del receptor. A eso no quiero llegar, así estas cien mil líneas me las haya pasado hablando de lo mismo.
A lo que quiero llegar es a lo real. Cuando posteas algo que piensas que es (o te hace) chévere o cuando te describes a ti mismo en tu perfil. No tienes el control, no creas que la gente que te lee ve lo mismo que crees proyectar. Quien te lee también te determina a ti.
Lo peor de todo es que eso es lo real y lo más probable es que salgas horrible.
1 Comments:
Bueno, como yo siempre salgo lindo no tengo mucho que opinar...
como decía Miguelito, luego de escuchar que Susanita sentenciaba que "había linmdos por fuera y lindos por dentro", yo, soy "un lindo reversible"
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