Bon Appetit
Hoy fui a comer al restaurant de las señoras checoslovacas. Ahí cocinan rico y son muy amables.
Cuando llegué estaba lleno así que esperé tranquilito en la puerta hasta que se desocupara una mesa. Ya había visto una donde un señor ya iba a terminar. Pero detrás mío se abalanzó una mujer fea, desconsiderada y fea (la redundancia es intencional) y le dijo al señor, “¿Puedo sentarme hasta que termine de comer?” El tipo asintió y la mujer se sentó.
Afortunadamente otra mesa se liberó y me senté. A mí no me molesta comer sólo. Es más, lo prefiero mil veces a comer con desconocidos o con gente que me cae mal. Como el restaurant estaba lleno no pasó mucho hasta que una pareja de horribles me preguntó si podía sentarse en mi mesa. Yo nunca hago eso, jamás molesto a nadie sentándome en su mesa ni incomodándolos con la pregunta. En todo caso me siento sólo en la barra donde las checoslovacas me dejaron comer el otro día sin molestar.
Sin embargo, como el Dr. Hannibal Lecter dice, la descortesía es una cosa absolutamente intolerable. El lugar estaba lleno, así que asentí y nos dispusimos a comer alegremente los tres.
Fue terrible.
¿Les dije que no me gusta comer con desconocidos? Pensé que todo iría bien mientras no tuviera que mirarlos ni pensar que existen o que estaban ahí. Hasta que trajeron el pan y me di cuenta que los tres panecillos estaban juntos en un sólo plato.
Obviamente que ni siquiera toque el mío.
Terminé mi comida en silencio. Con un cortés “provecho” me levanté rápidamente y me fui a pagar la cuenta. Ni siquiera esperé a que me traigan el pequeño postre que suelen servir. La checoslovaca seguro que se dio cuenta que no toqué el panecillo al recoger mis platos. A la hora de darme el vuelto junto con mis caramelos de fresa de cortesía me dijo: “No hais esperadou tu postrre, ¿quierres una cocado o un alfajor?”
Un alfajor –respondí.
La checoslovaca sonrió y me entregó la pequeña bolsa con dos alfajores dentro.
Cuando llegué estaba lleno así que esperé tranquilito en la puerta hasta que se desocupara una mesa. Ya había visto una donde un señor ya iba a terminar. Pero detrás mío se abalanzó una mujer fea, desconsiderada y fea (la redundancia es intencional) y le dijo al señor, “¿Puedo sentarme hasta que termine de comer?” El tipo asintió y la mujer se sentó.
Afortunadamente otra mesa se liberó y me senté. A mí no me molesta comer sólo. Es más, lo prefiero mil veces a comer con desconocidos o con gente que me cae mal. Como el restaurant estaba lleno no pasó mucho hasta que una pareja de horribles me preguntó si podía sentarse en mi mesa. Yo nunca hago eso, jamás molesto a nadie sentándome en su mesa ni incomodándolos con la pregunta. En todo caso me siento sólo en la barra donde las checoslovacas me dejaron comer el otro día sin molestar.
Sin embargo, como el Dr. Hannibal Lecter dice, la descortesía es una cosa absolutamente intolerable. El lugar estaba lleno, así que asentí y nos dispusimos a comer alegremente los tres.
Fue terrible.
¿Les dije que no me gusta comer con desconocidos? Pensé que todo iría bien mientras no tuviera que mirarlos ni pensar que existen o que estaban ahí. Hasta que trajeron el pan y me di cuenta que los tres panecillos estaban juntos en un sólo plato.
Obviamente que ni siquiera toque el mío.
Terminé mi comida en silencio. Con un cortés “provecho” me levanté rápidamente y me fui a pagar la cuenta. Ni siquiera esperé a que me traigan el pequeño postre que suelen servir. La checoslovaca seguro que se dio cuenta que no toqué el panecillo al recoger mis platos. A la hora de darme el vuelto junto con mis caramelos de fresa de cortesía me dijo: “No hais esperadou tu postrre, ¿quierres una cocado o un alfajor?”
Un alfajor –respondí.
La checoslovaca sonrió y me entregó la pequeña bolsa con dos alfajores dentro.
2 Comments:
Que terribles son esas invasiones del espacio vital...como cuando conseguiste por fin asiento en una combi ( mas aun de regreso o ida al sur ) y sube justo una embarazada o anciana o madre con miles de chibolos colgando de sus caderas y te debates entre la cortesia ( graficada en un sticker en la ventana )y el egoismo ( tan humano ) pero bueno...lo valiente...
PS QUe ricos esos alfajores llenos de azucar... maldita dieta
Eso te pasa por no comerte el hígado de los descorteses...
Eso sí, con alubias, a la manera del recetario de Dumas y un bune Chianti.
Te lo prescribo.
Hannibal Lecter, M.D.
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