Una historia de violencia
El domingo vi esta película en compañía de Evita. Nos narra la historia de Tom Stall, un ejemplar pater familia que de pronto se ve envuelto en un asalto a su pequeña cafetería en un pueblito norteamericano. De un momento a otro, él reacciona violentamente y termina matando a los asaltantes con una destreza inaudita. Sale en las noticias de las 8 como el típico american-hero de su lejano pueblo; pero los problemas comienzan cuando poco después se aparecen un grupo de mafiosos de la gran ciudad que creen ver en él a un viejo conocido, un matón como ellos llamado “Joey”.
Dirigida por David Cronenberg, está basada en una novela gráfica escrita por John Wagner y Vince Locke (sí, otro maldito cómic). La película está filmada de una manera bastante naturalista, sin hacer uso de recursos de cámara extravagantes. Narrada con un lenguaje claro y sencillo que contrasta con la complejidad subyacente al relato. Así por ejemplo, en un comienzo las escenas violentas son bastante sugeridas, pero es esta contención del cineasta la que nos da una pista sobre toda la avalancha de sensaciones que vamos a experimentar a lo largo del filme. La violencia está ahí siempre -contenida- hasta que se manifiesta.
Los mafiosos empiezan acosar al bueno de Tom Stall y a su familia. La sólida presencia de Ed Harris aunque discreta, desborda la pantalla y nos hace sentir que estos tipos no están jugando, son malos-malos de verdad. Toda esta situación comienza a desequilibrar a la aparentemente estable familia Stall hasta que llega el momento en que Tom decide hacer lo que todo hombre tiene que hacer. Va y decide acabar con el monstruo… liberando al suyo propio. Adivinen: sí, a "still-fuckin-crazy" Joey.
Una de las cosas que me dejó pensando esta película es que el pasado siempre nos alcanza. Cuando crees que ya estás libre de él, viene por ti. Sin embargo, es mediante aquello que estás tratando de negar que logras matar al monstruo. Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer, y para ello debe volver sus pasos hacia su lado oscuro.
Y es así como asoma la violencia en nuestra historia. La violencia contenida en todos nosotros. Un monstruo ineludible que nos alcanza pero que luego nos libera. Un monstruo que inoculamos a nuestra descendencia, que se trasmite de generación en generación. Así vemos en el filme al nerdie hijo de Tom partirle las bolas al abusivo imbécil de su colegio que no entendía que a la gente hay que dejarla en paz o disparar un rifle con la misma seguridad con que su padre lo haría contra cualquiera que amenazara su familia.
Pero la violencia no sólo cumple el papel de pathos que aflige al protagonista, es también un elemento transformador del universo de la historia. Y de la nuestra también. La violencia nos transforma y después de ella todo cambia.
Una vez liberado el monstruo nada vuelve a ser igual.
El final, memorable. El pater familia regresa a casa: Su familia está sentada a la mesa. Asistimos a la celebración que siempre perdura. Pero la absolución del pathos sólo conduce a una situación mucho más patética. Todos se miran y saben que nada volverá a ser como antes. Pero es nuestra capacidad de adaptarnos lo que hace que podamos sobrevivir a la transformación. Transformación de la que nunca podremos escapar, por más que queramos. Esa es la historia de la violencia.
Yo creo en la violencia natural.
Dirigida por David Cronenberg, está basada en una novela gráfica escrita por John Wagner y Vince Locke (sí, otro maldito cómic). La película está filmada de una manera bastante naturalista, sin hacer uso de recursos de cámara extravagantes. Narrada con un lenguaje claro y sencillo que contrasta con la complejidad subyacente al relato. Así por ejemplo, en un comienzo las escenas violentas son bastante sugeridas, pero es esta contención del cineasta la que nos da una pista sobre toda la avalancha de sensaciones que vamos a experimentar a lo largo del filme. La violencia está ahí siempre -contenida- hasta que se manifiesta.
Los mafiosos empiezan acosar al bueno de Tom Stall y a su familia. La sólida presencia de Ed Harris aunque discreta, desborda la pantalla y nos hace sentir que estos tipos no están jugando, son malos-malos de verdad. Toda esta situación comienza a desequilibrar a la aparentemente estable familia Stall hasta que llega el momento en que Tom decide hacer lo que todo hombre tiene que hacer. Va y decide acabar con el monstruo… liberando al suyo propio. Adivinen: sí, a "still-fuckin-crazy" Joey.
Una de las cosas que me dejó pensando esta película es que el pasado siempre nos alcanza. Cuando crees que ya estás libre de él, viene por ti. Sin embargo, es mediante aquello que estás tratando de negar que logras matar al monstruo. Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer, y para ello debe volver sus pasos hacia su lado oscuro.
Y es así como asoma la violencia en nuestra historia. La violencia contenida en todos nosotros. Un monstruo ineludible que nos alcanza pero que luego nos libera. Un monstruo que inoculamos a nuestra descendencia, que se trasmite de generación en generación. Así vemos en el filme al nerdie hijo de Tom partirle las bolas al abusivo imbécil de su colegio que no entendía que a la gente hay que dejarla en paz o disparar un rifle con la misma seguridad con que su padre lo haría contra cualquiera que amenazara su familia.
Pero la violencia no sólo cumple el papel de pathos que aflige al protagonista, es también un elemento transformador del universo de la historia. Y de la nuestra también. La violencia nos transforma y después de ella todo cambia.
Una vez liberado el monstruo nada vuelve a ser igual.
El final, memorable. El pater familia regresa a casa: Su familia está sentada a la mesa. Asistimos a la celebración que siempre perdura. Pero la absolución del pathos sólo conduce a una situación mucho más patética. Todos se miran y saben que nada volverá a ser como antes. Pero es nuestra capacidad de adaptarnos lo que hace que podamos sobrevivir a la transformación. Transformación de la que nunca podremos escapar, por más que queramos. Esa es la historia de la violencia.
Yo creo en la violencia natural.
2 Comments:
Sir Faxx, me has dejado pensando en muchos aspectos.
La violencia familiar que se hereda en forma de rituales violentos.
La violencia contenida diariamente en pequeñas cosas que después desborda sin sentido por una nimiedad.
La violencia intrinseca que los "mansos" podemos ser capaz de liberar si nos provocan más allá de un cierto límite.
La violencia expl´cita, la violencia implícita.
De Cronenberg. Y hace tiempo que no veo peli de él...
Publicar un comentario
<< Home